Psicología social y derechos humanos:
Retos para el futuro desde una perspectiva latinoamericana
Todos los modelos requieren de continuos retos para mantenerse vivos. Se corre el riesgo de agotar el discurso y entrar en la repetición de tópicos si no se fijan nuevas metas para la reflexión y el cambio.
Diez Propuestas para la Investigación y la Acción
Primera. El enfoque psicosocial y comunitario
Decir que los programas y acciones tienen que tener un enfoque psicosocial
o comunitario no es algo innovador. La explosión del enfoque comunitarista
se remonta a los años veinte en el plano político y a los años
sesenta en la implementación de proyectos de desarrollo. Este tiempo
ha permitido llegar a unos puntos de acuerdo. Se sabe que el concepto de comunidad
tal y como se ha querido reflejar en el lenguaje de la psicología social
o en el de la formulación de proyectos no existe. Hablar de la comunidad
asumiendo la existencia de un grupo compacto y homogéneo, donde sus miembros
sienten, piensan y se comportan de un modo similar y predecible en función
de su pertenencia a esa comunidad es insostenible . Esta noción idealista
implicaría una serie de procesos en relación sobretodo con el
sentido de pertenencia la grupo, el sentido de identidad y una serie de vinculos
emocionales de unidad y acción común que se mantendrían
constantes en el tiempo y circunstancias, que hoy sabemos que muy raramente
se dan. La realidad de las comunidades es, en cambio, la de unas estructuras
dinámicas y cambiantes, muy sensibles a la influencia externa, en la
que invariablemente existen alianzas temporales entre grupos en función
de las necesidades, lógicas luchas por intereses no siempre convergentes,
malentendidos, desajustes y enfrentamientos, y un compromiso irregular y complejo
con las formas de participación en las acciones colectivas.
Exceptuando las reflexiones de algunos grupos universitarios entre los que cabe
destacar el trabajo de la Universidad Central de Venezuela, se carece de un
debate en consonancia con la cantidad de experiencias prácticas con las
que ya puede contarse.
Se plantean, al menos los siguientes retos conceptuales:
1. ¿Cómo definimos el trabajo psicosocial y comunitario?. Desde la asamblea popular a la consideración de la opinión de los beneficiarios de los marcos lógicos de las ONGs del cambio de siglo: ¿Cuáles son las formas de participación, sus ventajas e inconvenientes?.
3. ¿Cuáles son las formas posibles y los límites de la participación comunitaria?. Las experiencias acumuladas muestran las ventajas innegables de los modelos de trabajo participativo, pero también hemos acumulado mucha experiencia de sus problemas. ¿Es cierta la asunción no explícita, pero que subyace a muchos programas de una comunidad como ente autárquico organizado ?.¿Pueden crearse sistemas paralelos a los del Estado en base a la voluntariedad, al trabajo con promotores, a las redes naturales o como todas las evidencias parecen indicar esto es prácticamente imposible ?. ¿Cómo deben articularse estos servicios con sistemas semifinanciados o financiados desde organizaciones o con las estructuras del Estado si las hay?
4. ¿Cuáles son los riesgos del trabajo de las organizaciones y grupos y los programas de ayuda o desarrollo sobre las comunidades?. En la letra pequeña de los programas están los efectos secundarios que con frecuencia aparecen como consecuencia de los bien intencionados programas de ayuda. Los problemas de competición, trabajar sobre necesidades no sentidas, la aportación de recursos y cooptación de personas etc pueden provocar enfrentamientos y división . Cada vez resulta más necesario realizar evaluaciones críticas de las iniciativas desarrolladas y que estas experiencias se incorporen a nuestro aprendizaje colectivo.
Un trabajo de salud mental que busca el fortalecimiento, debe basarse en dar el poder a las personas y las comunidades. Pero, más allá de este acuerdo básico. ¿Cómo se realiza esto en la práctica?.
1. Los limites del empoderamiento comunitario. El debate en los noventa permitió desarrollar el concepto de empoderamiento. Se definía como objetivo de las acciones el fortalecer el tejido social y dar capacidad de gestión y control futuros a las propias comunidades. Con el tiempo el empoderamiento se ha constituido como una forma colectiva de gestión de lo social, que tenía como paradigma no explícito evitar la politización del trabajo, entendiendo que la influencia de los partidos políticos y las formas de expresión de éstos acababan por socavar a las comunidades. Esto ha abierto el debate sobre la relación entre psicología comunitaria y acción política (partidaria): ¿El hecho de que las comunidades, las asociaciones, los grupos étnicos etc entren en el terreno político significa que tarde o temprano van a ser cooptados y se conviertan quizás en meros instrumentos satélites de partidos?. ¿Van a aparecer la corrupción o la división? ¿O, por el contrario, toda forma de empoderamiento que no aspire al final a cuotas de poder político es necesariamente un proyecto destinado sólo a paliar problemas locales?. ¿Es posible el fortalecimiento sin aspirar a cuotas de poder político?.
La experiencia de alguna gente mapuche, en Chile, que simultanean el desarrollo de sus sistemas de organización interna tradicional, al mismo tiempo que pactan con partidos políticos la presentación de candidatos mapuches a alcaldes o diputados, intentando mantener la autonomía de ambos tipos de liderazgo (tradicional y externo) muestra formas innovadoras de entender el trabajo de fortalecimiento comunitario. Es necesario compartir más experiencias y reflexiones respecto a la relación entre gestión política y poder comunitario.
1. Origen múltiple de las formas contemporáneas de violencia y control social. La década de los setenta y los ochenta vieron la aparición de regímenes dictatoriales que establecieron intentos de control total de la sociedad a través de la militarización abierta de la misma. El nuevo siglo aún ve algunos casos así, pero las formas contemporáneas de control responden a patrones más sutiles y que tienen su base en otras raíces (1) Acciones paramilitares desplazando progresivamente a las acciones militares directas (2) Acciones de control económico de las comunidades, (3) Control minucioso de la información entrante y saliente en una zona de conflicto, (4) Actividades de inteligencia y (5) Iniciativas legislativas, políticas y del poder judicial tramitadas por vía extraordinaria.
La psicología social dispone en este momento de algunos marcos conceptuales para analizar estos nuevas formas de control social. Tenemos conocimientos sobre los modelos de percepción interpersonal, de memoria social y colectiva, los procesos de atribución, de formación de estereotipos, los patrones de agresión y las cadenas que pueden generarlas, los fenómenos de conducta colectiva y la difusión de rumores y mensajes, las principales técnicas de persuasión social y de cambio de actitudes a través del discurso y los modelos de cambio de actitudes a través de la conducta, los principios y tácticas básicas de la influencia social y las técnicas por las que la autoridad puede lograr ser obedecida sin recurrir a la coacción, etc etc. Es necesario sacar todos estos conocimientos de la Universidad y aplicarlos al trabajo diario. Fomentar una psicologia social aplicada, una antropología aplicada, una pedagogía aplicada. Martín Baró fue capaz de aplicar los conocimientos de la Psicologia Social de los sesenta y setenta y en especial los de la Escuela de Chicago a la realidad salvadoreña de aquel momento. No nos correspondería discutir aquellos argumentos y ver su aplicabilidad a nuestros contextos, sino intentar aplicar a la realidad contemporánea los conocimientos de la psicologia social de este momento.
2. Las formas de respuesta de la población. Desde una psicología positiva, debería serlo asimismo las formas en que la población resiste. La psicología anglosajona ha estudiado las formas de resistencia desde el análisis de las conductas de los grupos - y desde un modelo instrumental (concepto de apoyo social y otros). Las investigaciones que se han abierto en diferentes países en los ultimos quince años a partir de la psicología transcultural y la antropología alrededor del concepto de sociedades individualistas y colectivistas ofrece una vía mucho más interesante desde la que reflexionar nuestra realidad - .Disponemos de escasos textos que analicen los recursos positivos desde una perspectiva comunitaria . ¿Cuáles son los factores que convierten a una comunidad en protectora? ¿Cuáles en opresora, estigmatizante o retraumatizadora?
3. El concepto de reparación psicosocial.
La violencia social y política ha planteado el reto de definir las formas
de reparación psicosocial. Habría que empezar por excluir el término
"reparación" del lenguaje de los grupos de Derechos Humanos
. Hay cosas que no es posible reparar, sino en todo caso, mitigar el daño.
La mayoría de gobiernos en América Latina han aprendido ya a indemnizar
a las víctimas de los casos públicamente más notorios de
violaciones a los derechos humanos incluso antes de que se emitieran fallos
judiciales en este sentido . Pero el resarcimiento económico no es más
que un pequeño -y controvertido- aspecto de las múltiples caras
de la "reparación". Hay un aspecto jurídico, económico,
histórico, de la dignidad de las personas, de sus familias, de la cohesión
y el funcionamiento comunitarios etc. Y cada uno de estos aspectos ofrece vías
de discusión y reflexión.
Más allá de definir todo este campo, existe otro reto aún
más complejo: demostrar empíricamente la relación entre
justicia y reparación psicosocial y perfilar cuáles son los elementos
auténticamente reparadores y en base a qué, profundizar en los
procesos de memoria y olvido colectivos y en las nociones asociadas de culpa
en el sentido sociológico, profundizando en el estudio de las repercusiones
en nuestros países sobre la segunda y posteriores generaciones tanto
de la violencia como de las formas consideradas de reparación. Exceptuando
los bien conocidos estudios europeos en descendientes de supervivientes de campos
de concentración , poco más existe en la literatura en general.
La década de los noventa ha visto como surgía con fuerza el derecho
a la identidad y cada vez eran más las voces que reivindicaban la necesidad
del respeto a las formas de conceptualización indígena del enfermar
humano y su curación existente en cada etnia. Pueden considerarse retos
y vías de investigación :
1. El respeto a las formas de etnomedicina.
2. Las formas de articulación entre los sistemas médicos de tradición euroamericana e indígena. Investigar el reto de crear sistemas de cooperación sin competición, evitando que no se produzca una asimilación y aniquilación por parte de la medicina más poderosa que cuenta con el respaldo de las estructuras y el poder del Estado.
3. El reto de la curación. Desarrollar lineas de reflexión e investigación que permitan aprender de los sistemas de curación propios de la sanación tradicional. Profundizar en la comprensión de la formas de curación simbólica y de los elementos de curación que subyacen a cualquier acto terapéutico, en la linea de lo que intentan los defensores de las corrientes integradoras en psicoterapia.
4. Autonomía de acción. Respetar y potenciar las formas de organización y toma de decisiones y las estrategias de afrontamiento individual y colectivo propias del mundo indígena en todos los niveles de formulación y desarrollo de programas de tipo psicosocial.
1. Conceptualización desde la psicología. El debate sobre el modo en que se conceptualizan los derechos humanos ha quedado en manos de personas vinculadas al mundo de la ley . Esto constituye una perspectiva insuficiente del tema por cuanto éstos son ante todo la traducción de un conjunto de derechos éticos, de exigencias morales. La plasmación jurídica de los mismos y su validez solo cobra sentido tras definir qué es lo que constituye la condición humana. ¿Qué podemos aportar desde nuestro trabajo a éste debate ético?.
2. Las nuevas formas de violación a los derechos humanos. En un contexto rápidamente cambiante es preciso profundizar en cuales son las formas contemporáneas de impedir el acceso a la igualdad de oportunidades de todos los seres humanos. Es necesario plantearse qué significan los derechos humanos en la sociedad tecnológica, tanto para aquellos sectores que están privados del acceso a la misma como la de aquellos que están ya inmersos . Renuncia al derecho a la privacidad, aceptación del control social y la transnacionalización del conocimiento único, la creación de discursos y necesidades etc.
3. La pobreza y las desigualdades como objetivo de la salud mental. Las teorías de la marea que propugnaban que impulsar el desarrollo a través de la liberalización iba, con el tiempo, por rebosamiento a aumentar la calidad de vida del conjunto de la población, se quiebra con cada nuevo informe del PNUD . Las desigualdades y brechas entre las diferentes capas sociales se multiplican de modo exponencial década a década. La conceptualización y análisis de la pobreza y sus causas desde una perspectiva estructural y cuestionadora constituye uno de los nuevos retos al que aportar desde la psicología y la salud mental comunitaria.
El debate actual está en manos de sociólogos y centrado alrededor de discursos académicos respecto a los modos de medición de la pobreza, indicadores etc. Falta un análisis antropológico y psicosocial en cada contexto, analizando sobretodo los mecanismos estructurales que en cada lugar (1) Provocan el paso de capas de población a sectores excluidos, al margen de la toma de decisiones sociales y sin posibilidades de desarrollo, (2) Formas innovadoras de programas locales contra la exclusión (en el sentido político y económico del término).
4. La violencia estructural. Los conflictos armados y la guerras de los ochenta han dejado paso a sociedades polarizadas y pobres, en las que la presencia de armas, la crispación social, la imposibilidad de acceso a oportunidades y el clima de impunidad para los perpetradores de violaciones a los derechos humanos, han hecho que la violencia defina buenaparte de las relaciones sociales. Los secuestros masivos e indiscriminados, las maras y grupos de jóvenes sicarios o las relaciones entre narcotráfico y violencia social requieren también de análisis locales de la realidad, foros para buscar elementos comunes y programas innovadores de trabajo. Hay que saludar en esta línea las iniciativas de los grupos del Cono Sur - y Colombia .
1. Más allá de la patología. Las necesidades de servir a la población que sufre trastornos mentales y de definir, en consonancia con ello, cuales son las principales formas de sufrimiento del ser humano no deberían impedir la construcción de una psicología del ser humano que busque una actividad de prevención primaria a través de la detección de qué factores individuales y educativos hacen al ser humano más resistente ante la adversidad y con mayor capacidad para disfrutar plenamente de la vida . Postulados para ello son :
2. Trauma y Estrés Postraumático. Desechar el concepto de trauma como elemento nuclear de la reflexión sobre las consecuencias de las adversidades sobre los hombres y la comunidades. El concepto de trastorno de estrés postraumático ha aportado reflexiones e investigaciones útiles, pero no puede caerse en el actual extremo de reducir a esta noción todo el amplísimo campo de las consecuencias de hechos negativos de violencia y sus modos de afrontamiento.
3. El concepto de psicología positiva. Puede definirse una psicología positiva como aquella que busca contribuir a la creación de teoría y modelos sobre la fortaleza y la resistencia humanas que contrapesen los muchos modelos existentes sobre las vulnerabilidades, debilidades y modos de presentar patología. Es necesario, en esta linea, reflexionar sobre las autodenominadas psicologías positivas o de crecimiento personal, que desde una perspectiva egocéntrica del ser humano buscan esto desde una visión euroamericana de confrontación con el otro (máximo énfasis en la defensa de la asertividad, entrenamiento en habilidades sociales entendidos como defensa del espacio personal etc...) o que basan a veces la fortaleza de la persona en técnicas de autoconvencimiento y persuasión (técnicas de refuerzo de la autoestima) en lugar de en la exposición a situaciones reales de conflicto con herramientas individuales y colectivas para superarlas buscando salir fortalecido psicológicamente desde la práctica transformadora de cada cual a su escala concreta .
Las últimas décadas vieron aparecer múltiples organismos
que han trabajado en el campo de la salud mental y los derechos humanos en América
Latina. La mayoría de ellos han surgido como respuesta espontánea
a situaciones de crisis social o política. Han podido mantenerse gracias
al trabajo voluntario de buena parte de quienes los conformaban, y a la financiación
externa por parte de la solidaridad. Pero pasada la situación de crisis
la mayoría de estos organismos vieron seriamente recortados sus fuentes
de financiación y en muchos casos se han visto abocados al cierre.
La financiación externa de los programas no puede ser el único
modo de garantizar la viabilidad de estos. La dependencia conceptual y estructural,
los problemas de sustentabilidad, las dificultades para mantener la confianza
de la gente, imponen como una prioridad básica compartir las experiencias
de gestión de recursos.
Los programas de carácter psicosocial raramente pueden ser autofinanciados,
por lo que será necesario ver cómo diseñar formas de sustentación
a partir de la realidad local. Sistemas de gestión cooperativa, sistemas
de responsabilidad compartida con las comunidades, diseños que combinen
el trabajo comunitario con ofertas de servicios remunerados, programas de gestión
que minimicen los gastos de infraestructura etc.
Las nuevas posibilidades de acceso a la información, allí donde ésta está disponible plantean nuevos retos a los que dedicar esfuerzos:
1. Socialización de experiencias. Discusión
entre personas y grupos.
2. Formación a través de Aulas Virtuales.
que permita el acceso democrático a la información.
3. Trabajo en red. Establecer redes de organizaciones
más agiles y eficaces que la del pasado.
4. Documentación. Crear comunidades
virtuales y bancos de información compartidos.
Todos y cada uno de los puntos anteriores no serán posibles sin el esfuerzo por sistematizar todas las experiencias que en cada país se están desarrollando. El paisaje latinoamericano está lleno de experiencias piloto, programas innovadores y diseños que han supuesto cuestionamientos importantes. La mayoría de ellas, pese al gran esfuerzo que han significado, son desconocidas. Es necesaria la disciplina de evaluar, sistematizar y constituye un requerimiento básico del futuro ordenar bases de datos de programas y experiencias psicosociales, hayan constituido éxitos o fracasos.
Si esta información pudiera estar disponible para consulta en algún banco de datos de programas e iniciativas, sería posible avanzar enormemente por cuanto se dispondría de un aluvión de ideas originales, de reflexiones sobre las potenciales dificultades que pueden encontrarse y sugerencias para soslayarlas, ventajas de un modelo de trabajo sobre otro en función de los contextos etc etc.
Lamentablemente la poca presencia de lo latino en la esfera científica internacional y las propias dificultades para defender este modo de entender la salud mental y su relación con la realidad hacen que periódicamente deba aparecer algún autor anglosajón inventando lo ya inventado. Y que los latinos que tienen acceso a la literatura cientifica internacional lo incorporen a su acerbo de autores a citar para validarse a sí mismos. Si bien hay una corriente de pensamiento en la salud mental euroamericana que defiende la necesidad de incorporar los elementos de trabajo comunitario en la conceptualización de la salud mental, es dificil entender que en el debate no se oiga la voz de quienes ya están desarrollando estas ideas día a día en su cotidianeidad .
Estas diez propuestas -podría haber diez más, seguramente más
sensatas- pretenden ser pequeñas guías de navegación para
unificar esfuerzos. Nuevos retos para no repetir discursos. Desafíos
que hagan nuestro trabajo más apasionante si cabe.
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