Como dice Aute, cantor de nuestros días, también Atau Wallpak, hace 467 años, podía haber
exclamado: "presiento que tras la noche, vendrá la noche más larga…". ¿Qué más podía
prever, con dolor e impotencia, el último inca anterior a la conquista, tras las paredes de la cárcel impuesta
por el invasor europeo?.
En prisión, Atau Wallpak (que en kechua significa "Benemérito creador") comprendió el silencio de los
oráculos consultados antes de abandonar su campamento militar para acudir a la invitación de Pizarro a Caxa
Marka. Allí, sería engañado, igual que el emperador de los Aztecas, hecho prisionero y después
asesinado. Así cuenta Ileana Almeida en su "Historia del pueblo kechua".
La noche había caído sobre su pueblo: la espada y demás extrañas armas y animales, desembarcados
por el ejército de blancos barbudos, junto con una mortal y desconocida enfermedad, la viruela, sembraban muerte en el
territorio de los cuatro suyos.
Atau Wallpak, hijo de Wayna Kápac, hermano de Wascar, nieto de Túpak Yupanki, descendientes de Pacha Kutek Inka
Tupanki y del Inca Wira Kocha, padres del pueblo fundado por Manko Kapak y Mama Okllo, allí donde la vara de oro se
hundiera, que sería el ombligo del mundo, caminó a su ejecución presintiendo que sobre su pueblo
caía una noche más larga después de la noche. Una noche que, en octubre del 2000, lleva marcado el
año 508 de la post-conquista.
A estas alturas de la noche, voces de la selva que cobija a los indígenas escapados hace décadas del concertaje
de las haciendas serranas, desde el Bobonaza hasta el Napo y el Putu Mayu (como es su nombre kichua), otra vez alzan la
guardia.
No son voces acicaladas como de diputados. No tienen la palabra suelta como los mandatarios de nuestros países. Ni son
altisonantes ni retóricas. No ocupan las primeras planas de los periódicos ni llegan a las pantallas de la
televisión llenas de bellas disfrazadas de feas.
Dirigentes de las comunidades indígenas de las riberas del río Putu Mayu, entrevistados por Radio
Sucumbíos, como voz del fondo del bosque tropical, por sobre el ruido de las estaciones y pozos petroleros, preguntan
por su destino frente a la fumigación y al aumento de los enfrentamientos militares en la vecina Colombia.
Anuncian que serán otra vez desplazados como hace 508 años, como hace 450, 367, 224 y 40 años, fueron
marginados o autodesplazados como estrategia de sobrevivencia.
Los señores de la guerra –desde la casa blanca estadounidense y con tecnología de punta, con helicópteros
y bases militares localizadas en sitios clave de nuestra Abya Yala (América, luego de la conquista), desde lujosos
hoteles y huérfanos de pueblo, han puesto en marcha un detallado menú de acciones contra la Amazonía.
Derramarán toneladas de químicos que impregnarán la tierra y mancharán los
ríos. Intoxicarán a mansalva la humanidad de quienes habitan en los rincones del alto Amazonas. Buscarán
razones para justificar su derroche de millones de dólares en armas, balas, misiles, aviones, botas, uniformes y
visores nocturnos. Los señores de la guerra hacen esto en nombre de la paz y el desarrollo.
Las comunidades indias de las riberas del Putu Mayu preguntan si alguien se acuerda de ellas. Las voces de la selva se
levantan. Nadie sabe hasta dónde llegará el eco.
En oscuridad de esta noche secular, nadie conoce quién portará el mensaje hasta los salones de los presidentes y
cancilleres que, mientras posan sonreídos para la foto, proponen levantar carpas de "plástic sheeting" para que
se guarezcan los desplazados por los estragos de la fumigación.
12 de octubre: ¿Quién llevará el eco de la voz de la selva a los mandatarios que celebran el año
508 de la conquista con brindis oficiales?.
12 de octubre del año 508: ¿Será que la voz de la selva, como Aute y Atau Wallpak, debe seguir
repitiendo, a dúo con Aute, "presiento que tras la noche, vendrá la noche más larga"?.
Carlos Terán P.