Posted by Arcadio ventura on February 05, 19102 at 11:57:35:
Febrero 05 de 2002
Rebelión contra las farc
El veloz ascenso de Uribe en las encuestas y la resistencia civil contra las Farc indican que la insurrección popular que la guerrilla lleva años esperando a su favor llegó, pero en su contra.
" Hay autoridad cuando hay comunicación con la gente "
La del alcalde de Bogotá, Antanas Mockus, fue la primera voz de autoridad que se alzó contra los ataques terroristas de las Farc y que se tradujo en una denuncia penal contra la cúpula del grupo guerrillero. CAMBIO habló con él.
El camino que se debe seguir
El periodista colombiano, líder del movimiento País Libre y hoy radicado en Madrid, propone no dejar morir el impulso de Meta y seguir el ejemplo de España en su lucha contra la violencia de la Eta.
Rebelión contra las farc
El veloz ascenso de Uribe en las encuestas y la resistencia civil contra las Farc indican que la insurrección popular que la guerrilla lleva años esperando a su favor llegó, pero en su contra.
Con la trillada y siempre efectiva canción de León Gieco, Sólo le pido a Dios, interpretada por Mercedes Sosa como telón de fondo, cerca de 5.000 personas concentradas en el parque Los Libertadores de Villavicencio protagonizaron el miércoles pasado el primer acto de resistencia civil organizado por una gobernación en la historia del país: el cacerolazo llanero. “La idea nació de la comunidad –asegura el gobernador Luis Carlos Torres–. En mis frecuentes correrías por los municipios empecé a oír cómo se repetía la misma frase: ‘Hay que hacer algo’”. En esas mismas correrías se enteraba del dolor de las familias de personas secuestradas, del robo de ganado y de las extorsiones por parte de las Farc. “Somos gente buena, gente que le gusta el pacifismo, pero ya es hora de hacer algo”, le decían.
Así se fue gestando la jornada. Pero fueron los prolongados racionamientos de luz de más de siete horas que vienen sufriendo 650.000 llaneros en 22 municipios de Meta por cuenta de la violencia de las Farc, la gota que rebosó la copa. Por eso decidieron salir a la calle con cacerolas y velitas para expresar su repudio por el grupo guerrillero. Acudieron al llamado de la Gobernación para protestar contra lo que el músico callejero, Germán Sánchez, el Correcaminos llanero, definió como “el robo del alma llanera”. En un acto sin precedentes, 24 estaciones de radio del departamento, además de una del Guaviare, se encadenaron bajo una sola consigna; “¡Unámonos, llaneros. Ellos son menos!”
En el cruce de la calle 38 con carrera 33 de Villavicencio, desde una tarima, el jefe de prensa de la Gobernación, Misael Fierro, animó la manifestación repitiendo la frase que se volvió símbolo: “La luz de la esperanza nadie nos la va a apagar”. Detrás, el gobernador Torres, un cura, varios policías, escoltas, uno que otro colado y dos señoras de protocolo, hacían de coro.
En la plaza, comerciantes, vendedores de pitos, oficinistas, madres de familia, finqueros, niños, jóvenes y viejos gritaron consignas contra las Farc. Una rebelión pacífica para pedir libertad, paz y orden. Una protesta de miles y miles de personas hastiadas de la violencia, que han visto cómo su departamento se ha ido convirtiendo paulatinamente en pasto de la guerrilla. “Hoy como ayer, como siempre, Meta se levanta unido como una sola voz, con un solo sentimiento, para detener la irracionalidad de las balas con la sabiduría del pensamiento, para contraponer al oscurantismo de la guerra, la inteligencia y el trabajo”, dijo el Gobernador.
“ La idea nació de la comunidad. En mis correrías por los municipios empecé a oír cómo se repetía la misma frase: ‘Hay que hacer algo’.” Luis Carlos Torres, gobernador del Meta
Y entonces fue la euforia general. “¡Libertad! ¡Libertad! ¡Libertad! gritaban los llaneros y en la plaza ondeaban pancartas con frase como “Las Farc son destrucción y muerte”, “Con narcoterroristas no hay diálogo”, “No más Farc”, “Las Farc fuera del Llano”. Diez minutos intensos, de entusiasmo sin licor y de cámaras en busca de la imagen precisa. Diez minutos que terminaron con el himno que ha adoptado la región: “Ay mi llanura, embrujo verde donde el azul del cielo…”
Reacción in crescendo
Lo de Villavicencio no es un hecho aislado. Es una nota más alta de las manifestaciones de resistencia civil que vienen presentándose en el país desde noviembre del año pasado, que indican que algo está pasando y que la gente está llegando al límite de la paciencia. Una reacción in crescendo de colombianos que están hasta el cuello con las acciones de las Farc y que decidieron no seguirse dejando acorralar por el miedo.
La primera de esta manifestaciones se produjo el 12 de noviembre, cuando al son de canciones de Mercedes Sosa, Ricardo Arjona y José Luis Perales, los habitantes de Caldono, Cauca, armaron cordones humanos y con el sólo aliento de sus voces le hicieron frente a un ataque de las Farc e impidieron que arrasaran el pueblo.
Ocho días más tarde, Bolívar, otros de esos pueblos caucanos que penden de las escarpadas laderas del Macizo Colombiano y que vive principalmente de la coca y de la amapola, dio una muestra más de resistencia civil. Trescientos guerrilleros de Marulanda vieron cómo sus habitantes se lanzaban a la calle y se plantaban en el parque, junto a la iglesia, para gritar: “¡Tan guapos, ustedes armados y nosotros desarmados!”. Después de más de seis horas de emplazar a los guerrilleros, lograron que devolvieran a cinco policías que habían capturado y que llevaban atados en una camioneta. “Nadie nos dio la orden de salir, nadie estaba armado –dijo uno de los que participaron en la protesta– Ver a esos pobres policías amarrados y derrotados fue la gota que rebosó la copa”. Y recordó que el 11 de diciembre, cuando la guerrilla baleó el colegio Marco Fidel Suárez, donde se alojaba la policía cuya sede había sido destruida en una de las tantas tomas, el pueblo salió de nuevo con una misma consigna: “¡El pueblo unido, jamás será vencido!”. Una consigna robada a la izquierda, que en esta oportunidad y por primera vez no ha sido lanzada contra el establecimiento ni contra Gobierno sino contra las Farc.
Después de una serie de ataques y de tomas por parte de la guerrilla, las gentes de Bolívar, que habían convivido sumisamente durante años con ella, decidieron decir “no más”. Cansados de tanta violencia y a pesar del temor a las represalias, el hastío les pudo más que el miedo.
Por esta misma época de Navidad, el 23 de diciembre, los villancicos y tuturumainas les infundieron a los pobladores de Coconuco, otro lejano y abandonado pueblo de Cauca, el valor para seguir rezando la novena de aguinaldos y hacer oídos sordos a la convocatoria que les hacía un grupo de hombres del Eln. Y el 31 de diciembre lo que antes parecía apenas anecdótico cobró un especial significado. Ese día murió un joven indígena estudiante de derecho de 21 años, Alberto Guauña Chincangana, cuando en un acto de valor y solidaridad ayudaba a un policía herido por las Farc que atacaban la población. Con 100 personas más, Guauña había salido a la calle al final de la tarde, a eso de las 6:30, para prender una fogata y protestar por los ataques del grupo subversivo que había arrasado con 10 casas, la iglesia, el Banco Agrario y la estación de Policía.
“ Nadie nos dio la orden de salir, nadie estaba armado, Ver a esos pobres policías amarrados fue la gota que rebosó la copa. “ Habitante de Bolívar, Cauca
El joven se ha convertido en el símbolo de un progresivo movimiento de resistencia civil contra la guerrilla. Un proceso en el que en esta oportunidad pusieron la primera piedra las comunidades de Cauca. “Es la primera expresión popular genuina a favor del principio universal del respeto a la vida”, ha dicho el gobernador del departamento, Floro Tunubalá. .
También ese 31 de diciembre, en Berruecos, Nariño, y en Belén de los Andaquíes, Caquetá, con sábanas blancas y banderas de Colombia, y entonando el himno nacional, los pobladores les salieron al paso a columnas de las Farc que se disponían para el ataque. “Las comunidades campesinas y afrocolombianas –asegura Tunubalá– les están diciendo a la guerrilla que no quieren seguir sometidas a la violencia”.
Sin embargo, hoy este mensaje no lo están enviando sólo las poblaciones de mayoría indígena en las cuales el sentido de comunidad es más fuerte y se arraiga en tradiciones y costumbres ancestrales. El mismo mensaje lo mandaron los habitantes de Caicedo, Antioquia, que el 17 de enero se enfrentaron a las Farc que pretendían frenar el paso de camiones cargados de café. A ocho kilómetros del municipio, montados en tres vehículos que habían logrado desviar, subversivos del frente 34 de las Farc interceptaron la caravana. Pero no contaban con que más de 100 personas, encabezadas por el sacerdote Gustavo Alfonso Flórez y entre las cuales figuraba el Alcalde, estaban decididas a impedir que cumplieran su cometido.
Repitiendo una hazaña que les había dado resultados días antes, los pobladores se convirtieron en escoltas de la flotilla de 21 camiones. Con oraciones y cantando con los himnos nacional y de Antioquia la peculiar avanzada civil logró que los guerrilleros les dieran vía libre a los camiones. “No nos vamos a dejar ganar de la violencia”, dijeron campesinos y comerciantes.
Actitud nueva
No cabe duda, la barbarie a la que ha llegado la guerrilla a pesar del espíritu de los acuerdos firmados el pasado 20 de enero, está colmando la capacidad de aguante de la gente y ha provocado manifestaciones populares de resistencia civil que no significan otra cosa que la pérdida cada vez más acelerada de sus teóricas bases populares. La paradoja es que las Farc, que se proclaman ejército popular y enarbolan la defensa de los derechos del pueblo, no sólo se han convertido en sus principales victimarios sino que han logrado impulsar un movimiento de resistencia civil no contra el establecimiento sino contra ellas mismas.
Habría que darle la razón al general Rafael Uribe Uribe quien sostenía que “no hay guerrilla que no degenere en banda de forajidos”. Porque son los más indefensos, los más pobres, los más necesitados, las principales víctimas de sus ataques aleves y cobardes. Y hay que darle también la razón a otro Uribe, Álvaro, el ex gobernador de Antioquia, quien fiel a las posturas que defendió desde ese cargo a mediados de la década pasada, viene criticando desde hace un año como candidato presidencial la forma como se desarrolla el proceso de paz. Cuando oponerse a esas negociaciones no era muy popular, Uribe se jugó en contra, con planteamientos audaces que han ido desde la vinculación de un millón de colombianos a una red de apoyo a las Fuerzas Armadas, hasta la intervención de tropas extranjeras en el país para luchar contra la guerrilla.
Los hechos recientes en Cauca, Nariño, Antioquia y Meta son síntomas de una nueva actitud de los colombianos
La sintonía de Uribe con los vientos que soplan en la opinión quedó confirmada con las encuestas divulgadas esta semana. Con el 40% de la intención de voto y nueve puntos de ventaja sobre Horacio Serpa, Uribe pasó de largo del tercero al primer lugar en escasos dos meses (ver análisis de la encuesta en esta edición). Ya el año pasado ganaba en los estratos altos, los primeros en mostrarse hastiados de la guerrilla. Pero ahora gana en los tres estratos socioeconómicos, tras experimentar el ascenso más vertiginoso en las clases populares, donde pasó de 16% a 37%, un crecimiento de 131%.
Uribe se ha comportado como un verdadero líder, pues insistió en tesis que no eran populares hasta que éstas lo fueron. Y lo fueron básicamente porque los excesos de la guerrilla, y en especial la reiterada e indignante burla a la mesa de negociación, volvieron las tesis del ex gobernador verdades de a puño. Los hechos recientes en Cauca, Nariño, Antioquia y Meta son síntomas de una nueva actitud de los colombianos que de una u otra forma se refleja en las encuestas, y que parece responder a una dinámica que en los últimos años ha ido creciendo en forma paralela a la intensificación de la guerra y de la evidente tomadura de pelo de las Farc en la mesa de diálogos. Un movimiento de acción civil por la paz y contra la violencia que ha dejado oír las voces de obispos, alcaldes, gobernadores, organizaciones populares, políticos, gremios y de cada vez más ciudadanos que quieren participar porque se han dado cuenta de que la guerra es de todos y de que la solución pasa por todos.
“Mientras mayor sea la violencia menor será la revolución” dijo alguien y los hechos en Colombia parecen darle la razón. Las Farc han perdido el norte y, lejos de interpretar el sentir popular, en su afán de demostrar su poderío militar lo único que han logrado es aislarse y perder apoyo político.
Nunca como ahora los alzados en armas han violado más el derecho internacional humanitario, y por eso es comprensible la exasperación nacional. En medio de la intensificación de la guerra y del deterioro del poder del Estado han ido surgiendo movimientos por la paz e iniciativas civiles que intentan buscar salidas al conflicto. Pero, según analistas consultados por CAMBIO, “es importante que estas manifestaciones se vayan articulando, orga- nizando y convirtiendo en un movimiento general y sostenido que no sea flor de un día”.
Lo que estas incipientes manifestaciones y movimientos están dejando en claro es que ponerle fin a la confrontación armada no es posible sólo como consecuencia de una iniciativa gubernamental, ni puede ser el resultado exclusivo de una negociación política entre un gobierno y la subversión. Gremios, organizaciones no gubernamentales, ciudadanos del común y movimientos civiles incipientes empiezan a entender que en el proceso que los involucra como víctimas deben también participar políticamente como actores. Si en efecto esta actitud se generaliza, se confirmará la descomunal paradoja histórica de que las Farc, después de luchar durante 50 años por desencadenar una insurrección popular a su favor, consiguieron producirla, pero en su contra.
“Es tiempo de señalar a los que nos hacen daño”
Luis Carlos Torres Rueda, gobernador de Meta
CAMBIO: ¿Por qué el cacerolazo de la semana pasada en Villavicencio?
LUIS CARLOS TORRES: Porque desde hace tiempo viene haciendo buen ruido en toda Latinoamérica. A eso le sumamos las velitas como símbolo, porque nos querían quitar la luz a la fuerza. Así nació la frase: “La luz de la esperanza nadie nos la podrá apagar”.
Usted es el primer gobernador que señala directamente a las Farc. ¿Qué alcance tiene?
Es un mensaje claro: las acciones violentas en nuestro departamento son de las Farc y eso quiere decir que la cosa es con ellos. Es tiempo de señalar directamente a los que nos hacen daño.
¿Es la resistencia civil la nueva forma de hacer política?
Es el otro paso a seguir en el camino a la paz. Es el paso que hay que dar lejos de la política, precisamente porque viene del pueblo, es una acción del pueblo. El gobernante, simplemente, debe interpretar y ayudar a que fluya ese sentimiento. Esa es su función.
¿Vienen otros cacerolazos de mayor alcance?
Definitivamente. Si esta escalada de terror continúa, como todo lo indica, y no vemos un proceso de paz ágil y un cese del fuego, del secuestro y de los ataques a las torres de energía, vamos a movilizar al país. Y tiene que ser rápido porque si no, de aquí al 7 de abril nos dejan sin país.
¿Con quiénes está planeando una nueva protesta?
Con Antanas Mockus. Está claro que Bogotá, Villavicencio y los municipios intermedios están en el ojo del huracán. También está en esto Álvaro Cruz, el gobernador de Cundinamarca. Es necesario actuar ya porque todo conduce a que las Farc quieren dar golpes mayores. La idea es movilizar a la gente, a mucha gente para dejar en claro que no estamos con las Farc, que no estamos con la violencia, que estamos con la paz.
Comentario: "y que no digan que es escándalo de una revista capitalista y oligarca de Colombia, que uno de sus dueños GABRIEL GARCIA MARQUEZ siempre le ha rumbado la mano izquierda"
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